17.
Gian
Alba estaba pegada a la pared de la ducha, y contemplé su espalda mojada con fascinación. Su cabello corto me daba más visibilidad, cosa que agradecía, dadas las circunstancias.
Sonreí otra vez y acaricié su entrada con la punta de mi pene. Sabía que sería más difícil entrar por culpa de lo mojados que estábamos, pero de todos modos le alcé la pierna y me enterré en su interior.
Ella gimió suavemente y noté cómo convertía sus manos en puños y cómo se mordía los labios. No solo era placentero penetrarla, sino también ver sus reacciones de placer.
No estábamos cansados, a pesar de haber estado juntos dos veces antes de venir a parar a la ducha. Alba, tal como me lo imaginé, era una persona muy sexual, diferente al resto.
—Gian, nadie me penetra como tú —expresó, perdida en sus pensamientos, y mi excitación aumentó.
—Es que nadie te desea como yo —murmuré, y ella soltó una risita.
—¿Entonces soy fea? ¿Nadie puede desearme a un nivel alto?
—¿Qué clase de respuesta es esa? —repliqué di