El polvo danzaba en los rayos de luz que se filtraban por las ventanas tapiadas del edificio abandonado, iluminando el rostro sereno de la anciana. Artemisa, Jackson y Ares permanecían cautelosos, rodeándola en un semicírculo, sus sentidos en alerta máxima. La tensión era palpable, un contraste marcado con la atmósfera de calma que emanaba de la mujer.
"¿Una amiga?", repitió Artemisa, su voz teñida de incredulidad. "¿Cómo podemos estar seguros de eso? Los cazadores nos persiguen, y no tenemos motivos para confiar en extraños."
La anciana sonrió con dulzura, sus ojos brillando con una sabiduría ancestral. "La desconfianza es una carga pesada, Artemisa. Pero en tiempos de necesidad, a veces debemos arriesgarnos a confiar. Mi nombre es Hécate, y he visto muchas lunas pasar sobre este mundo. Sé quiénes son ustedes y por qué los persiguen."
Jackson frunció el ceño. "¿Cómo es posible? No nos conoce de nada."
Hécate extendió una mano arrugada hacia Jackson. "He visto tu destino en las estrel