Con cada paso que daban, el frío se intensificaba, con cada paso que daban, las sombras se adentraban más en sus almas a pesar de la protección de la Diosa Luna. El patio de armas estaba bañado en luz. Pero cuando depositaron el altar en el centro, el sol pareció vacilar. Mia alzó las manos al cielo al tiempo en que las palabras del ritual brotaron de sus labios como un canto de guerra.
Y entonces… el altar se defendió. Una grieta negra se abrió en el aire, y de ella comenzaron a surgir como una especie de garras y tentáculos espectrales, extremidades infernales que buscaban arrastrarla al abismo.
—¡Mia! —Exclamó Deimos al tiempo que se adelantó frente a ella y sacó sus garras, sus ojos se encendieron en un dorado celestial y sus colmillos relucieron bajo el sol, pero las sombras lo arrojaron contra el suelo como si fuera un simple muñeco de trapo.
Al ver tal suceso, los guardias gritaron aterrados, algunos incluso salieron huyendo y otros cayeron de rodillas clamando a la Diosa Luna p