Mia había oído ese nombre antes. En los susurros de los ancianos de Blood Moon durante las reuniones, en las leyendas que contaban las nodrizas para asustar a los niños. Astaroth, el Devorador de Almas, el Señor de las Sombras que Acechan, uno de los marqueses más poderosos del infierno.—El altar nunca fue su prisión —Continuó Alhena, con su tono de voz cada vez más lejano. —Fue un ancla. Y ahora que está roto… él estará regresando una y otra vez hasta que Aamon sea asesinado. —¿Cuánto tiempo tenemos? —Preguntó Mia apretando los puños, sintiendo cómo su miedo se transformaba en rabia.Alhena ya casi no era más que un destello plateado. —Días… horas… no lo sé. Pero él vendrá, y cuando lo haga… —Hizo una pausa. El viento aulló entre las torres del castillo, como si las propias piedras supieran lo que se avecinaba. —Solo habrá una manera de detenerlo. —¿Cuál? —Mia se inclinó hacia adelante, desesperada por atrapar cada palabra antes de que Alhena desapareciera. Pero la loba ya no es
Seth estaba demasiado cansado para pelear. Demasiado roto para insistir.—Está bien —murmuró, clavando la mirada en el horizonte, donde las sombras del bosque se retorcían como serpientes. —Pero cuando Aamon venga, cuando todo se derrumbe, estaré aquí. Aunque sea solo como tu aliado.Mia lo miró entonces, de verdad lo miró, y por primera vez en días, Seth vio el dolor que ella escondía.—Lo sé —susurró.Y eso fue peor que un adiós. Porque significaba que ella todavía confiaba en él, aunque no debía hacerlo después de todas sus mentiras. Significaba que, en otro mundo, en otra vida… hubiera sido diferente su situación. Pero, no había tiempo para "qué hubiera pasado". En ese momento una risa oscura, familiar, retumbó en la distancia, y ambos giraron hacia el bosque al instante.Mia tensó los hombros e inmediato volteó a ver a Seth.—Tenemos que prepararnos. Seth asintió, ya con sus ojos rojos encendidos y sus colmillos de fuera—Sí, su majestad. Ella hizo una mueca al oír el título, p
El sol agonizante teñía de rojo el patio cuando Seth se quedó solo, con sus nudillos aún blancos de tanto apretar los puños. El eco de las palabras de Mia resonaba en su cráneo como un martilleo persistente: "Ese vínculo no puede atarnos al pasado". Respiró hondo, sintiendo el aire frío quemarle los pulmones, cuando unos pasos firmes interrumpieron su tormento interno. Deimos emergió de las sombras del castillo con la elegancia de un depredador, pero su rostro, generalmente impasible, delataba una tensión inusual. Las arrugas alrededor de sus ojos estaban más marcadas, y llevaba los hombros ligeramente encorvados, como si cargara un peso invisible.—Seth. —Musitó, deteniéndose a tres pasos de distancia. Su voz era calmada, pero había un filo en ella, como el de un cuchillo apenas desenvainado. —Ya es suficiente hostigamiento, ¿No lo crees?Seth giró lentamente sobre su propio eje, notando cómo Deimos mantenía las manos semiabiertas a los costados, listas para actuar, pero sin buscar p
Al marcharse, sus pasos dejaron huellas profundas en la tierra blanda como una metáfora demasiado clara del peso que cargaba. Seth observó cómo Deimos se llevaba instintivamente una mano al antebrazo justo donde llevaba una cicatriz que Seth no supo cómo la había sanado bien por su apariencia tan profunda. Una herida que Mia había sanado en otro tiempo, en otra vida. El silencio que quedó en el lugar no era de tregua, sino de algo más complejo, el reconocimiento mutuo de que, en esta guerra, quizás ellos ya habían perdido algo más importante que una pelea.Seth, no estando dispuesto a rendirse, corrió detrás de Mia y cuando la alcanzó antes de que entrara al castillo, sujetó su brazo e intentó besarla, pero entonces, el aire se cortó con un chasquido seco cuando la palma de Mia impactó contra la mejilla de Seth. No fue un golpe dado con furia ciega, sino con la precisión calculada de quien ya no tiene palabras que ofrecer. Seth no retrocedió, su cuerpo de alfa apenas se movió, pero al
El salón principal del castillo se sentía vacío, pese a que algunos comandantes y soldados que estaban reunidos en él. La atmósfera estaba impregnada de un pesado silencio, roto solo por el sonido ocasional del viento golpeando las ventanas y el eco de los pasos de Liam y Lukas al entrar. Mia, estaba sentada en la cabecera de la mesa de estrategia, levantó la mirada al verlos llegar. Su postura era firme, pero el agotamiento se notaba en sus facciones.Liam llevaba consigo un pergamino enrollado, mientras Lukas cargaba unos documentos marcados con anotaciones urgentes. Ambos tenían expresiones graves, reflejando la magnitud de los acontecimientos que estaban a punto de informar.—Reina Mia —Comenzó Liam, con un tono solemne mientras se detenía frente a ella. —Hemos evaluado las pérdidas, y... lamentablemente no son buenas noticias.Mia tomó aire profundamente, al tiempo en que enderezando su espalda preparándose para lo que venía.—Dime todo. —Pidió enarcando una ceja, su voz era firm
Mia suspiró, dejando caer las manos a sus costados mientras caminaba de un lado a otro como león enjaulado.—No lo sé. —Admitió, con un tono que revelaba más cansancio del que ella misma quería mostrar. —Nuestra gente está rota, Deimos. Blood Moon está en pedazos, y Velkan no puede soportar más peso. Ahora esto... —Se interrumpió, apretando los labios. —Lo único claro es que no podemos permitir que Tarvos alcance a Aamon. Si logra negociar un pacto… las consecuencias serán desastrosas.Deimos asintió lentamente, caminando hacia la mesa y echando un vistazo al mapa.—No podemos permitir que Tarvos crea que puede tomar decisiones por su cuenta. —Dijo, señalando la ruta más probable que él habría tomado. —Si va a negociar con Aamon, estará buscando un lugar lo suficientemente alejado para no ser interrumpido, pero no tanto como para arriesgarse a perder el control.—Eso significa... —Mia miró el mapa, siguiendo la línea que Deimos había trazado. —El Valle de las Sombras. Es el lugar más
El grupo de Mia avanzaba con cautela, con cada uno de sus pasos medido mientras las sombras del bosque parecían envolverlos. El Valle de las Sombras estaba a la vista, con el campamento de Tarvos iluminado por antorchas que arrojaban un resplandor inquietante. Tarvos permanecía cerca del círculo grabado en el suelo, todos sus movimientos eran calculados, pero cargados de confianza y un objetivo claro. Sus hombres de confianza lo rodeaban, con posturas tensas, como si estuvieran esperando lo inevitable.Mia se detuvo detrás de un grupo de árboles grandes que les daba la cobertura suficiente, agachándose mientras observaban la escena frente a ellos. Deimos estaba a su lado, con los soldados estratégicamente colocados alrededor, listos para actuar en cuanto ella diera la señal.—Ahí está. —Dijo Deimos en voz baja, señalando a Tarvos y la figura alta y oscura que se movía entre las sombras. —No hay duda. Aamon está aquí. —Confirmó mirando a Mia de reojo.Mia apretó los labios, manteniendo
El caos en el Valle de las Sombras se intensificaba con cada momento que pasaba. Los demonios sombras invocados por Aamon arremetían contra el grupo de Mia, mientras los soldados luchaban desesperadamente por mantener la línea. El aire se sentía pesado, como si cada aliento estuviera impregnado de la energía oscura que emanaba del círculo demoníaco. En medio del campamento, Aamon seguía observando con calma, ignorando la batalla que se libraba a su alrededor. Su atención seguía fijada en Mia, aunque su paciencia con Tarvos parecía agotarse.—Tarvos. —Dijo Aamon, con un tono burlón que retumbó como una campanada lúgubre en el valle. —Tu insignificancia es fascinante, pero debo admitir que tu presencia comienza a ser... innecesaria.Tarvos, con los puños apretados y los ojos llenos de furia, se enfrentó a Aamon, ignorando por completo la advertencia implícita en su voz.—¿Qué estás diciendo? —Exigió, dando un paso hacia él. —Yo vine aquí para negociar. No puedes simplemente desecharme.