El castillo aún respiraba con el eco de los recientes acontecimientos, sus paredes empapadas de un silencio espeso, como si hasta las piedras contuvieran el aliento. De pronto, un rayo de luz doradas irrumpió a través de las altas ventanas del corredor, cortando las sombras como un cuchillo. En ese momento, Mia detuvo sus pasos, al tiempo en que el calor del sol rozó su piel, y en ese instante, Alhena habló en su mente, siendo su voz un susurro grave que heló su sangre.
“Mia”, este llamado sonó algo diferente a como de costumbre, siendo más bien una advertencia. “El sol no ha salido por casualidad”, continuó haciendo que sus palabras resonaran en la mente de la pelirroja, cargadas de un peso ancestral. “Es un regalo de la Diosa Luna. Su luz está debilitando el altar. Pero no durará demasiado tiempo. La oscuridad volverá… y cuando lo hagan ya no habrá vuelta atrás, será el fin de toda nuestra especie.”
El corazón de Mia dio un vuelco a la par de sus manos, las cuales empuñó instintivame