El pasillo estaba fuera de la habitación estaba sumergido en un silencio sepulcral, solo roto por el crujido ocasional de las lámparas de aceite que colgaban de las paredes de piedra, sus llamas danzantes proyectando sombras retorcidas sobre el suelo. Seth permanecía inmóvil, con su espalda pegada a la fría pared junto a la puerta de Mia, cada músculo de su cuerpo estaba extremadamente tenso como un alambre a punto de romperse.
No había sido su intención escuchar. Al menos, eso se repetía a sí mismo. Solo quería asegurarse de que estuviera bien después de... después de Deimos. Después de ver cómo se alejaba de ella con esa mirada devastada. Después de sentir el temblor casi imperceptible de los dedos de Mia cuando lo sostuvo al regresar a la catedral.
Pero entonces las palabras llegaron, provenientes de los labios de Mia. Claras. Dolorosamente honestas.
"Lo amo."
Dos sílabas. Dos sílabas que le perforaron el pecho como una bala de plata. Seth cerró los ojos con fuerza, sintiendo c