Atenea despertó en silencio. No la quietud de la desesperación, sino la calma sin aliento antes de una tormenta. Le dolía el cuerpo, pero el dolor ya no la dominaba. Algo había cambiado, no solo en sus huesos, sino en el aire mismo.
La marca estaba completa.
Completada.
Podía sentirla vibrar bajo su piel, atándola a Ragnar como un hilo tejido de fuego y hielo. Pero donde una vez había ardido, ahora latía con algo más. Más profundo. Más antiguo. Como si una puerta se hubiera abierto a la fuerza y algo olvidado hubiera comenzado a respirar de nuevo.
¿Por qué estaba sucediendo todo esto ahora? Las visiones. La vida pasada. Sabía que algo vibraba en su alma, pero ¿qué lo desencadenaba? Tal vez la marca...
Se incorporó lentamente. Sus extremidades temblaban, pero obedecieron. Su loba se movió levemente, un destello frágil como una brasa moribunda que vuelve a la vida. El Ala de Obsidiana estaba envuelta en silencio. Sin guardias. Sin pasos. Sin ningún sonido excepto el susurro del viento c