Muerte y Vida II
Ana parpadeó varias veces, como si el mundo titilara delante de ella, como destellos. La respiración seguía agitada, demasiado rápida para poder controlarla. Solo entonces se dio cuenta de que estaba acurrucada contra él, aferrándose a su ropa como si fuera lo único que la mantenía de pie.
-Ana. -La voz de Ashven era firme, pero no dura. -Vamos. Arriba.
Ella levantó apenas la cabeza, los ojos rojos y vidriosos, el dorado ya ausente de su piel, salvo por pequeños destellos que parecían apagarse como brasas húmedas.
-No… -Murmuró, sintiendo un nuevo mareo. -No puedo…
Ashven pasó un brazo bajo los suyos y la incorporó despacio. Ella se tambaleó por lo que se inclinó un poco para recibir su peso.
-Caminemos. -Ordenó, sin darle opción.
La condujo hacia el cobertizo, manteniéndola firme, casi cargándola cuando sus piernas dejaron de responder. El aire frío la golpeó en la cara, pero no la despertó del todo; cada paso parecía hacerla más pesada… o más lejana. Cuando alcanzar