Emboscada
Ana cerró los ojos. Ambos habían dejado las espadas con las mochilas para poder trabajar, pero Ashven se inclinó hacia la pared del cobertizo y tomó el hacha que había dejado apoyada allí. A diferencia de otras veces, no encendió llamas, no hizo uso de su don.
No aún.
No si hacerlo revelaría su ubicación antes de tiempo.
Ana contuvo la respiración. Su corazón golpeaba tan fuerte que temió que se oyera desde afuera.
Ashven dio un paso hacia adelante, hacha en mano, con los músculos tensos… pero midiendo el suelo antes de mover un pie. Los lobos seguían olfateando, avanzando despacio.
Uno de ellos encontró el pan que había caído durante la pelea.
Ashven cerró los ojos un segundo.
Ana hizo una mueca de “ups”, cerrando los ojos también.
Él inhaló hondo, exhaló muy lento y siguió.
Los lobos gruñeron entre sí, algo suave, casi conversado. Luego, como si hubieran llegado a una conclusión, empezaron a caminar en dirección al cobertizo.
Directo hacia ellos.
Ashven retrocedió un pa