Capítulo 59.

POV: Camila

Abrí los ojos a una luz que no picaba, sin el ruido de los monitores que habían llenado mis pesadillas. La sala era un cuarto pequeño del hospital; las cortinas cerradas dejaban pasar una línea de sol que trazaba un camino en el suelo. Hice fuerza para mover los dedos y una mano fría me sostuvo la muñeca. La sentí fuerte. Carlos. Su mano apretó la mía con urgencia contenida, la manera en que aprietan los hombres que creen que todo depende de su fuerza.

Tragué saliva. La garganta me dolía. Había polvo en mi boca, como si hubiera soñado con ceniza. Me incorporé despacio, sin prisa, midiendo cada músculo. El cuerpo respondía con lentitud. Un enfermero entró, miró mis signos, asintió sin decir mucho. No le reproché la falta de palabras. Aquí hablan los números.

—Están estables —me dijo el doctor desde la puerta, sin rodeos—. Los latidos son firmes. No hubo pérdida de masa ni sangrados internos. Necesitan reposo, observación, medicamentos. Pero están estables.

La palabra tuvo f
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