Capítulo 14. ESCANDALO.
La noche del cumpleaños de Carlos no era una fiesta, era un escenario. Y yo era la directora.
Desde temprano me aseguré de que todo estuviera en su lugar. El salón principal del Palacio brillaba como un diamante afilado: lámparas de cristal que parecían soles falsos, alfombra recién lavada, flores blancas en cada mesa, meseros con guantes que parecían parte del decorado. La música era tenue, calculada para no robar la atención, sino para que cada palabra se escuchara.
El vestido que Amelia eligió para mí era un arma: largo, rojo sangre, con un escote lo bastante elegante para ser diplomático y lo bastante provocador para que nadie pudiera ignorarme. El rojo siempre despierta pasiones: amor, odio, deseo. Me gustaba ese lenguaje silencioso.
Cuando bajé de la escalera principal, el murmullo de la sala cambió. Carlos estaba esperándome. Por primera vez en mucho tiempo, no me soltó la mano.
—Estás hermosa —susurró, tan bajo que solo yo pude oírlo.
Le sonreí sin compromiso. Sabía que no era