POV: Camila

El poder es un tablero. Quien no entiende eso termina siendo pieza. Marta, mi suegra, cree que sigue manejando las fichas, pero lo único que hace es darme motivos para aprender sus jugadas. Y esta vez, había pasado el límite.

Fue Santiago quien me trajo la confirmación. Entró a mi despacho con un sobre doblado. Lo dejo sobre mi escritorio y se quedó en silencio, esperando que lo abriera.

Dentro, recortes de una revista política de medio pelo: titulares sensacionalistas, fotos mías con Santiago entrando y saliendo de albergues, y un artículo venenoso que insinuaba que entre la Primera Dama y su asistente había “algo más que profesionalismo”.

No tuve que leer dos veces para saber de dónde venía.

—¿Quién? —pregunté sin levantar la vista.

—Elena —respondió Santiago, casi con culpa—. Se reunió en secreto con un periodista. Tengo la confirmación: lo hizo por encargo de Marta. Le pagaron para que publicara esto.

Respiré hondo. No me sorprendió. Elena tenía esa mirada demasiado in