Capítulo 10 – Serpientes en el gabinete.
POV: Camila
El veneno nunca llega de golpe. Se desliza silencioso, disfrazado de cortesías, de sonrisas falsas, de gestos “inofensivos”. Mi suegra sabía perfectamente cómo infectar.
Desde que se instaló en Palacio, empezó a tejer su red. La vi en pasillos, salones y jardines, rodeada de ministros retirados, esposas de gobernadores, secretarias que antes apenas se atrevían a saludarme. Su risa fingida llenaba los corredores como campanas oxidadas. Cada palabra suya llevaba la intención de aislarme, de convertirme en un adorno decorativo al lado de su hijo.
El golpe final llegó una mañana de lunes. Desayunábamos en el salón principal: yo con un café negro, Carlos hojeando el periódico, ella presidiendo la mesa como si fuera su dueña.
—Camila, querida —me dijo con voz melosa—, ayer tuve una reunión con las esposas de los ministros. Están preocupadas. Dicen que últimamente… te muestras demasiado independiente.
Levanté la mirada, sin prisa.
—¿Independiente? Qué curiosa elección de palabra.