Lía despertó en el taller con la almohada empapada en sangre que le salía de la nariz, no paraba, sintió pánico, Freja corrió hacia ella con un trapo, le pidió hacer la cabeza hacia atrás, Millie desesperada llamó una ambulancia, su conteo de plaquetas, que ya era bajo, se había desplomado a niveles críticos. El riesgo de una hemorragia interna era inminente.
Había un hospital cercano que no quiso recibirla, no podían atenderla, la trasladaron de urgencia al hospital privado, al área de hematología donde meses atrás, había recibido su fatídico diagnóstico. El diagnóstico que dió está vez el médico no era mejor que el otro.”Trombocitopenia severa secundaria a quimioterapia, sangrado activo, urgente transfusión de plaquetas.”
El problema era la sangre, porque su tipo, “AB negativo”, era el más raro. Menos del 1% de la población lo tenía. El banco de sangre del hospital tenía unidades limitadas, no bastaban.
—Necesitamos donantes compatibles, ahora —dijo la doctora a Freja y Nicolás en e