Dos días después, Mikkel decidió que era mejor regresar, Lía estaría mejor atendida en casa, le pediría a Ana que se encargará personalmente de preparar comidas nutritivas.
—En casa estarás mejor —dijo Mikkel mientras le ayudaba a arreglar el equipaje.
Lía asintió, aunque el regresar le provocaba una infinita tristeza, sentía que en esa isla estaba pasando sus últimos momentos de “normalidad”, antes de empezar con el caos.
Cuando salieron de la habitación, Lía observó el mar, como despidiéndose, tal vez jamás volvería a ver un paisaje tan hermoso en el tiempo que le quedará de vida, Mikkel se acercó y la tomó de la mano para llevarla al auto que los estaba esperando.
Se dirigieron hacia el aeropuerto y abordaron el jet privado, Lía suspiró y se sentó junto a una ventana, Mikkel le llevó una manta y un té caliente de manzanilla y fruta, para que se relajara, después se sentó a su lado, tomó su mano y depositó un tierno beso.
—Descansa —dijo, besando su frente con esa ternura que la hac