Henrik salió del penthouse en cuanto Lía despertó, volvieron a la mansión, Lía sabía que en la vida no tenía a nadie más que a el abuelo, ya ni siquiera podía trabajar en lo que le gustaba, arreglando motocicletas.
Solo podía ir al taller de vez en cuando, y eso no era suficiente, tenía que estar en la empresa, ahora acusada injustamente, estaba harta, solo quería llevar una vida tranquila.
Al día siguiente, Lía estaba sentada en la sala de la mansión, había puesto su celular en silencio, no quería ver más noticias, la prensa repetía que ella era la culpable del accidente en el campamento, lo decían como si hubiera querido lastimar a alguien,
no sabía cómo defenderse.
El timbre sonó con insistencia, Ana salió para ver quién era, luego regresó donde estaba Lía.
—Señora, llegaron unos visitantes —dijo, un poco confundida, pues nadie visitaba a Lía.
Antes de que Lía pudiera preguntar, una voz familiar se escuchó desde el vestíbulo:
—¿Dónde está la mujer más perseguida por la prensa de C