48. Meira no es sombra.
Hay momentos en que la verdad no llega como un rayo que ciega, sino como una daga silenciosa que se filtra entre los pliegues de la carne, tan afilada que incluso antes de sentir el corte sabes que la herida será profunda y que no habrá cura que la cierre por completo, y ahora, en este instante suspendido entre la noche y la vigilia, siento ese filo invisible atravesar mi mente, abrir una grieta en mi entendimiento y deshacerme desde dentro, porque Meira —esa figura que durante tanto tiempo creí apenas una sombra, un eco dolido y leal a mi lado— es mucho más que eso; no es simplemente la mujer que ha caminado conmigo entre los restos de lo que fuimos y lo que perdimos, sino un fragmento vivo de un pasado antiguo, un linaje que respira por debajo de nuestra historia y que se remonta a un tiempo anterior incluso al primer Alfa que alguna vez dominó estas tierras, un tiempo que se enreda con nuestro hijo, con el niño que nació entre fuego y luna y que, de manera que todavía me cuesta com