253. El guardián de la rosa erotica.
La primera vez que lo veo entrar al salón, la sala parece menguar a su paso, no porque levante la voz ni porque arrastre con él la arrogancia de tantos que buscan ser notados, sino porque su sola presencia es peso y silencio, como una armadura invisible que lo rodea. El caballero veterano, de cabellos entrecano y cicatrices que cruzan su piel como escrituras olvidadas, avanza con paso firme, y aunque el protocolo exige que baje la cabeza ante mí, él me mira con una serenidad tan honda que siento por un instante que soy yo quien se inclina.
Me inclino levemente hacia adelante, dejando que el escote de mi vestido se convierta en un gesto calculado, un arma más, y sonrío con dulzura peligrosa.
—No esperaba que un hombre como tú aceptara quedarse entre estas paredes que huelen a conspiración y no a batalla —le digo, sabiendo que mis palabras buscan herir y acariciar al mismo tiempo.
Él se arrodilla, apoya una rodilla en el suelo y baja la cabeza, no como quien se humilla, sino como quien