236. El perfume de la traición.
La corte es un enjambre, y hoy las alas de las intrigas baten más fuerte que nunca, porque un rumor se desliza entre los corredores como una fragancia demasiado intensa para pasar desapercibida. No necesito que nadie me lo diga; lo huelo en las miradas, en las risas apagadas, en las palabras cortadas a media voz cuando entro en una sala. Alguien me vio con el diplomático extranjero, alguien se atrevió a llevar la imagen de un encuentro prohibido hasta los labios de los cortesanos, y ahora cada gesto mío se convierte en sospecha, cada sonrisa se interpreta como una confesión velada.
Camino despacio por el pasillo de mármol, con la cabeza erguida, el vestido arrastrando como un río oscuro que se desliza a mis espaldas. No me tiembla el pulso ni la mirada; sé que debo apropiarme de ese rumor, hacerlo mío antes de que se transforme en daga contra mi garganta. El secreto de sobrevivir en esta corte es simple: nunca negar del todo, nunca aceptar por completo, mantener la verdad suspendida e