179. El amante oculto.
La noche se desliza sobre la ciudad como un velo de terciopelo que cubre con sombras los callejones, y yo avanzo envuelta en un manto oscuro, respirando ese aire espeso que parece guardar secretos en cada esquina, con el corazón latiendo demasiado fuerte, no por miedo a ser descubierta, sino por esa anticipación que me enciende la piel incluso antes de tocarlo. Cada paso que doy en este camino prohibido es un juego de cuchillos: uno mal puesto podría costarme la vida, y sin embargo, mi cuerpo arde como si buscara a propósito esa herida, como si deseara sangrar por algo que no es ni amor ni poder, sino un fuego distinto, un veneno que me llama.
Empujo una puerta lateral en un edificio olvidado, el lugar que él eligió, y el chirrido de la madera vieja me recibe como un susurro cómplice. Dentro todo huele a humedad y polvo, a vino derramado hace mucho y a deseo contenido demasiado tiempo, y cuando lo veo surgir de entre las sombras, apoyado contra un muro, con esa sonrisa torcida que mez