Cap. 49 Tú crees que puedo separarme de mi hija
Lucius se acercó con pasos medidos y suaves, cada uno resonando en el tenso silencio de la habitación, como golpes en los oídos de los presentes.
Sabía que pisaba un terreno minado. Su mirada se encontró primero con la de Luther, quien, con los brazos cruzados, le hizo un leve y frío gesto con la cabeza, un reconocimiento de su presencia que estaba muy lejos de ser una bienvenida.
Luego, sus ojos se desviaron hacia Lena. Tragó saliva con dificultad. La palabra que durante años había salido naturalmente de sus labios ahora le quemaba la lengua.
—Ma... Señora Lena —logró decir, corrigiéndose a medio camino. El título sonó extraño y distante, y el peso de esa distancia lo golpeó con más fuerza de lo que esperaba.
Finalmente, se volvió hacia Alba. Su corazón se aceleró al verla pálida pero serena entre las sábanas blancas. Se acercó con aún más precaución, como si temiera que un movimiento brusco la hiciera desaparecer.
—¿Cómo estás? ¿Te sientes bien? —su voz era un susurro ronco, cargado