Cap. 43 ¿Qué pasa?
La revelación fue como un segundo puñetazo, más brutal que el de Luther. No era el bastardo indigno. Había sido un peón. Un peón leal en el juego perverso de Celeste, incluso contra su propia familia.
Toda su vida, su sentido de la lealtad, su defensa férrea de ella... se basó en una mentira fabricada por una niña malvada y perpetuada por un hombre ciego.
Alejandra se levantó.
—Ahora lo sabes. La pregunta es: ¿qué vas a hacer con esa verdad? ¿Vas a seguir siendo el estúpido que está a su lado, o vas a levantarte y a luchar por la familia que siempre debiste tener?
Lucius negaba con la cabeza, una y otra vez, como si el movimiento pudiera borrar los errores grabados en su mente. Sus manos se dirigieron a su cabello, enredándose en él, y comenzó a jalarlo con una fuerza creciente, buscando un dolor físico que opacara la agonía que lo devoraba por dentro.
—Alejandra... no puedo creer lo que he hecho —logró articular, su voz era un susurro ronco, destrozado.
—¿En qué momento mis acciones