Capítulo 80

Ese silencio me desgarraba. Yo esperaba que me dijera “te amo, solo a ti”, que borrara de un soplido todas mis dudas, que me devolviera el aire. Pero en lugar de eso, el vacío se hizo más grande.

—Dime algo —susurré, temblando—. Dime lo que sientes. Necesito escucharlo, aunque me destruya.

Él se apartó unos pasos, como si buscara espacio para ordenar su mente. Caminó hasta la ventana y se quedó mirando hacia afuera, con las manos metidas en los bolsillos. Yo lo seguí con la mirada, notando cada gesto suyo, cada sombra en su rostro.

—Te amo, Isabella —dijo al fin, sin girarse—. Pero también quiero a Sarah. No puedo negarlo. Ella apareció en un momento en que yo… me sentía vacío. Y tú estabas lejos, aunque estuvieras aquí.

Su voz era firme, como si me estuviera confesando un crimen. Y yo lo sentí así: como una condena.

—¿Y entonces? —pregunté, con un hilo de voz—. ¿Qué esperas de mí? ¿Que me quede a tu lado en silencio, fingiendo que no pasa nada?

Matías se gir
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