Capítulo 38

En el coche de regreso a casa, me quedé pegada a la ventana, viendo cómo las luces de la ciudad pasaban como destellos rápidos, sin poder concentrarme en nada más que en lo que acababa de suceder en la terraza. Sentía un cosquilleo extraño en el pecho, una mezcla entre adrenalina y alivio. Había dado un paso que parecía pequeño, apenas una conversación disfrazada de simpatía, pero que para mí significaba un mundo. Tenía el nombre del hospital. Tenía la primera grieta en la fachada perfecta de Sarah.

Me sorprendí a mí misma sonriendo con sinceridad, casi como si hubiera recuperado un pedacito de aire después de días de asfixia. Por fin, después de tanta oscuridad, vislumbraba una rendija de luz. Imaginaba a Matías escuchándome, imaginaba el instante en que le mostraría pruebas concretas, innegables, que lo obligaran a ver lo que yo había visto. Tal vez entonces recuperaría algo de lo que habíamos perdido. Tal vez, cuando le enseñara que la supuesta fragilidad de Sarah era solo un
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