Me miré una vez más en el espejo, repasando cada detalle con una atención casi obsesiva. El vestido caía con suavidad sobre mi cuerpo, ajustándose en la cintura y abriéndose en una caída elegante que me regalaba seguridad. El escote era discreto, lo suficiente para mostrar delicadeza sin parecer atrevida. Había escogido un tono marfil satinado que resaltaba el brillo natural de mi piel y contrastaba con el carmín tenue que pintaba mis labios.
Tomé aire, sujeté un mechón rebelde de mi cabello y lo acomodé detrás de la oreja. Rosa entró en la habitación en ese momento, sosteniendo en las manos un pequeño frasco de perfume.—Te ves preciosa, niña —dijo con esa voz cálida que siempre encontraba la manera de calmarme—. Cualquiera se sentiría orgulloso de llevarte del brazo esta noche.Sonreí y acepté el perfume, dejé que una nube ligera de aroma floral envolviera mi cuello y muñecas.—Gracias, Rosa. Solo espero que todo salga bien.Ella me miró con un brillo pícaro en