Capítulo 2
Me sequé las lágrimas con la mano y, temblando, escribí un mensaje rápido en el celular: "Estoy en la ducha, te escribo después."

En el cuarto, Álex soltó un suspiro y enseguida se le iluminó la cara con una sonrisa.

"Camila, no te olvides de hablarme luego. Si paso mucho tiempo sin saber de ti, me desespero."

Se me llenaron los ojos de lágrimas otra vez al leerlo.

Siempre fue así: directo, intenso, sin miedo de mostrarme lo mucho que me quería.

Y yo jamás puse en duda que hablara en serio.

Si no fuera por eso, jamás habría dejado atrás a mi familia, a mi manada, a mi vida entera, para seguirlo hasta la Luna Plateada.

Pero esa ternura envenenada era justo la trampa con la que Álex me tenía atrapada.

Escuché pasos en el pasillo. Corrí hacia la escalera de servicio y me escondí entre las sombras.

Desde allí lo vi salir del cuarto, cruzar el pasillo y tocar la puerta de enfrente.

Valeria apareció con un vestido blanco, ligero, que parecía de novia.

Apenas lo vio, se le lanzó a los brazos con una sonrisa radiante.

—Álex, ¿qué te parece este vestido? ¿Te gusta? Mañana quiero ponérmelo en nuestro rito de marco.

Él bajó la mirada, la miró de arriba abajo y asintió despacio.

—Te queda perfecto.

La complicidad entre ellos era tan evidente que parecían dos recién casados en luna de miel. Y yo, escondida en la penumbra, no era más que una intrusa, mirando en silencio.

Los vi salir juntos, de la mano.

Minutos después, los amigos de Álex aparecieron detrás, hablando en voz alta:

—Ese vestido lo mandó hacer Álex hace un año, ¿sabían? Tiene novecientas noventa y nueve piedras de luna incrustadas.

Uno de los amigos los vio alejarse y comentó con un suspiro:

—Un sueño... ¿y dime, qué mujer no querría casarse con algo así? Si Álex la adora a Valeria.

—Claro que sí. ¿Vieron el collar de piedra lunar? Lo consiguió en una subasta y pagó una fortuna. En todo el mundo no hay otro igual.

—Además —añadió —, por eso Álex ha estado viajando tanto este año... en realidad venía a verla a ella.

Cada palabra me pegaba en el pecho como una puñalada.

Me dejé caer al suelo, encogida del dolor.

De pronto, un dolor agudo me atravesó el vientre... y ahí caí en cuenta: estaba embarazada.

El miedo me heló la sangre. Salí corriendo al hospital.

Después de revisarme, el médico me miró serio, con el gesto pesado.

—Tu cuerpo está muy débil... va a ser complicado mantener el embarazo.

—¿Qué? —balbuceé, apenas con voz.

Él bajó la mirada, con un dejo de compasión.

—El cachorro es frágil... podrías perderlo en cualquier momento.

Salí del hospital aturdida, todavía con la mente nublada.

Y ahí estaban: Álex y Valeria, bajando juntos las escaleras, del brazo.

Sin darme cuenta, crucé frente al edificio del Consejo de la Manada Colmillos.

Me escondí detrás de un carro estacionado, secándome las lágrimas a toda prisa.

—Fue culpa mía... —murmuró Valeria, con tono dolido—. No reservé a tiempo el salón de fiestas. Solo quedaba libre el mismo día de tu aniversario con Camila.

Se secó las lágrimas y trató de sonreír.

—Pero no importa, podemos hacerlo en un salón más chico. Igual va a quedar bonito.

Álex sacudió la cabeza, tajante.

—No. Nuestra ceremonia de marcado será en el salón más grande y lujoso. Tú te mereces lo mejor.

Valeria sonrió, satisfecha, pero enseguida fingió preocupación.

—Entonces... quizá deberíamos posponerlo. Ese día es tu aniversario con Camila. Ya he ocupado muchos de tus días, deberías regresar con ella.

Él guardó silencio unos segundos y después le acarició el cabello con ternura.

—No hace falta. La ceremonia será ese día. A Camila yo mismo le daré una explicación.

Los ojos de Valeria brillaron de sorpresa y alegría, aunque enseguida adoptó un gesto de duda.

—¿Y qué va a pasar con Camila? ¿No se pondrá triste si no estás con ella?

—Tranquila, ya lo tengo todo arreglado.

Álex sacó del bolsillo una cajita de terciopelo. Cuando la abrió, un anillo con la marca de los alfas destelló bajo la luz.

Álex sacó del bolsillo una cajita de terciopelo con el anillo de marco y la colocó en la mano de Valeria con solemnidad.

—Con este anillo serás mi legítima compañera. En tu manada nadie jamás se atreverá a humillarte.
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