Sonia nunca imaginó que su regreso a Villa Azulejo sería de esta manera.
O más bien, desde el día que se fue, nunca pensó que volvería.
Parecía que los sirvientes habían sido despedidos por Andrés, y cuando entraron, el interior estaba completamente a oscuras.
Andrés subió directamente con Sonia.
La puerta del dormitorio principal se abrió.
El interior parecía haber cambiado un poco, pero antes de que Sonia pudiera notarlo, Andrés ya la había empujado sobre la cama.
Durante todo el trayecto no había dicho una palabra, con el rostro completamente sombrío.
Sus movimientos ahora no tenían ninguna delicadeza.
Pero Sonia ya lo esperaba, así que no mostraba ninguna sorpresa.
Tampoco intentaba resistirse, simplemente yacía allí con una expresión indiferente.
Probablemente porque su reacción apática lo molestaba, él se inclinó y le mordió el cuello.
—La mordida fue real.
Sonia incluso pudo sentir sus dientes atravesando su carne, la sangre brotando de la herida.
Sonia no pudo evitar gemir y le