La habitación estaba sumida en completo silencio.
Magdalena se encontraba sentada en la cama, sus manos aferrando con fuerza la sábana que la cubría.
Después de mantener la mirada fija en Andrés por un momento, de repente soltó una risa.
—¿Y bien? ¿Me estás amenazando ahora? Mocoso insolente, ¿de verdad crees que no puedo hacer nada contra ti?
—No olvides que Miguel está ahora mismo en CUMBRE. Si yo quisiera, podría contarle todo sobre ti en cualquier momento.
—Mmm, Miguel —Andrés asintió—. Entonces el problema está en él, ¿no es así?
—Pero no tiene sentido. Ella ya sabía de la existencia de Miguel desde antes. Aunque usted hiciera que Miguel regresara repentinamente, su reacción no debería ser tan extrema... a menos que... ¿haya algún secreto relacionado con la identidad de Miguel?
La voz de Andrés era serena, y su razonamiento extraordinariamente claro.
Al escuchar estas palabras, el rostro de Magdalena cambió visiblemente.
Andrés confirmó inmediatamente que había dado en el blanco.