Una última mirada a la mujer, que tenía su vida entre sus manos y subió a su coche, agradece que la autopista estuviera desolada a esas horas por su alta velocidad, aunque era lógico, todavía faltaban tres horas para amanecer.
Baja del coche hecho una furia y aporrea la puerta del domicilio de Lorena con fuerza, el timbre lo volvió trizas.
Lorena sale con una bata minúscula toda adormilada y pestañea varias veces al verlo.
—Eh, ¿Pasó algo? — Felipe los aparta y entra sin permiso.
—¿¡Dónde mierda está!? — pregunto en un solo grito y el terror se hizo en ella al verlo de tal manera. No le temía, pero era la primera vez que lo veía actuar así.
—¿Quién…? — titubea.
—¡No te hagas la estúpida, Lorena! — aulló y en eso distingue la figura de Leonardo bajando las escaleras.
No lo piensa más y en dos zancadas está frente a él, agarrándolo del cuello.
—¡Esto no te lo diré más, aléjate de Samantha! ¡Una maldita lágrimas más en sus ojos y no sabes de lo que soy capaz!
Leonardo trata de parecer se