El silencio que Luciana dejó atrás era tan denso que Stefan podía escucharlo zumbando en sus oídos como frecuencia imposible.
Se quedó parado en medio de su estudio, mirando la puerta cerrada por donde ella había desaparecido, sintiendo algo desmoronarse dentro de él.
La expresión en su rostro. Esa frialdad absoluta. Esa indiferencia calculada.
Como si acabara de confirmar cada pensamiento horrible que había tenido sobre él desde el principio.
—Stefan. —La voz de Sofía cortó el silencio—. ¿Qué demonios acaba de pasar?
Stefan se giró lentamente, encontrando a Sofía parada junto al sofá con los brazos cruzados, sus ojos ya no llenos de lágrimas vulnerables sino de Furia.
—¿Casi la besaste? —Sofía repitió, su voz subiendo de volumen—. ¿Cuándo?
—No es asunto tuyo.
—¿Que no es asunto mío? Acabas de jurarme que volverías conmigo. Me prometiste que ella era solo un medio para un fin. ¡Y ahora descubro que estuviste a punto de besarla!
Stefan caminó hacia su escritorio, necesitando la barrera