Cuando llegué al café, Alex ya me estaba esperando en la misma mesa de la última vez. Se había arreglado más de lo normal —cabello perfectamente peinado, camisa social azul, ese perfume que solía usar cuando quería impresionarme. Era obvio que había venido con segundas intenciones.
—Zoey —se levantó cuando me vio, intentando besarme en la mejilla, pero me alejé.
—Alex —respondí secamente, sentándome sin ceremonias.
—Te ves hermosa —dijo, su sonrisa cargada de nostalgia y algo que reconocí como esperanza—. Ese vestido te queda perfecto.
—Gracias —respondí mecánicamente, colocando la cartera en la mesa entre nosotros como una barrera física.
—Me alegra que hayas llamado —continuó, inclinándose ligeramente hacia adelante—. Pensé mucho sobre nuestra última conversación, sobre todo lo que hablamos. Sobre nosotros.
—Alex —interrumpí, mi voz cortante—. Vamos a jugar limpio aquí.
Parpadeó, claramente sorprendido con mi tono.
—Sé que Elise provocó el accidente que casi mata a mi marido