Christian todavía estaba abrochando los últimos botones de la camisa cuando abrí la puerta para Anne y Marco. Mi hermana entró como un huracán, toda animada con sus "novedades importantes", mientras Marco la seguía con una expresión seria que contrastaba drásticamente con el entusiasmo de ella. Era imposible no notar cómo parecían incómodos el uno con el otro, manteniendo una distancia respetuosa que no existía antes.
—Hola, hermanita —Anne me besó en la mejilla y luego se detuvo, frunciendo la nariz mientras miraba entre Christian y yo—. ¿Por qué ustedes dos tienen cara de haber corrido una maratón? Y Christian está... medio despeinado.
Sentí mi cara arder violentamente mientras intentaba alisar mi propio cabello.
—Anne —murmuré, mortificada.
—Ah —se rio, sus ojos brillando con diversión cuando vio la expresión en el rostro de Christian—. Perdón por la hora. Pero juro que es importante.
—Más vale que lo sea —Christian refunfuñó, pero había humor en su voz mientras pasaba la mano