Capítulo 11: Ni modo, es lo que toca.
Dante cerró la puerta del Lexus de un golpe.
El motor siguió encendido.
La calle entera pareció retroceder ante él.
Ariadna lo vio venir y lo único que pensó fue mierda.
Así, en minúsculas, sin pausa ni aire.
Mierda.
El guardia del club bajó la mano de la escopeta apenas reconoció al hombre que se acercaba. Nadie con dos dedos de frente se metía con un Volkov.
Dante caminó sin prisa, las manos en los bolsillos del abrigo oscuro, el cabello algo revuelto por el viento, y una expresión que mezclaba cansancio, furia y una calma peligrosa.
—¿Cuánto has bebido? —fue lo primero que dijo, deteniéndose frente a ella.
Ariadna tragó saliva.
Su maquillaje estaba arruinado, los ojos brillosos, y el olor a tequila era suficiente para derribar a un elefante.
—Lo justo —contestó ella, torciendo la boca—. Bueno, tal vez… más que lo justo.
Dante suspiró, mirándola de arriba abajo.
—¿“Sexo salvaje”? —repitió con voz grave—. ¿Eso fue lo que dijiste?
Ariadna cerró los ojos.
—No empieces… no ahora… —murmu