Estoy empezando a olvidar cómo era mi vida antes de él. Antes de sus silencios cargados, antes de su forma brutal de protegerme, antes de sus manos frías que me calientan el pecho sin siquiera tocarlo.
El aire en la casa se ha vuelto más denso desde el baile. Viktor y yo nos cruzamos más seguido, pero decimos menos.
Y cada vez que lo veo, algo en mí se crispa. No sé si es deseo, rabia o miedo. Probablemente una mezcla letal de todo.
Esta mañana desperté con una punzada en el pecho. No fue un mal sueño. Fue la nota que Irina dejó doblada sobre mis almohadas la noche anterior.
"Las esposas pueden ser reemplazadas."
No fue escrita con rabia. Fue escrita con certeza.
Pero hoy no estoy para juegos mentales. Hoy, Viktor decidió que tenía que aprender a defenderme.
“No quiero que termines con una pistola en la cabeza solo porque confías en la gente equivocada,” dijo.
No mencionó nombres. No hizo falta. Ambos pensamos en ella.
Me llevó a una de las salas del sótano, una que parece más un gimn