La Traición Ancestral y el Beso Prohibido
El aire en la caverna de Malva era ahora más pesado, cargado con el olor de la antigüedad y la magia. La loba desterrada había dado un paso hacia el centro de su guarida, y Ariadna sintió un escalofrío al notar la intensidad con la que sus ojos grises, como la ceniza, se clavaban en un punto invisible del pasado. Malva no estaba mirando a Ariadna; estaba mirando a un recuerdo de casi dos milenios.
—¿Crees que tu problema es el destino y una simple maldición? —susurró Malva, su voz rasposa resonando contra las paredes talladas. Dejó caer el cuchillo, el clic del metal sobre la roca sonando con una finalidad aterradora. —Eres una Guardiana. Y eso significa que eres parte del juramento ancestral más cruel que jamás se haya dictado. Si quieres salvarte y salvar a tu Alfa, debes dejar de ver tu vida como una novela de amor y entender que es una tragedia épica escrita por dioses furiosos.
Malva se sentó pesadamente sobre el altar de cráneos, y Ariad