Capìtulo 24: El infierno

Ella sabia que ya se estaba haciendo tarde, el sol se estaba escondiendo despidiendose con sus rayos anaranjados, era el deber de una buena esposa hacer feliz a su marido, era su deber ser la mejor moneda de cambio porque eso era lo unico que era, solo el mejor trato para apoderarse del comercio.

- Tal vez de ama, despuès de todo alistò una biblioteca solo para tì.- se decìa a si misma.

Se engaño que tal vez ella tambièn podrìa amarlo porque si èl la amaba eso era lo ùnico que la mantendrìa feliz y a salvo.

La habitacion tenia las mismas cortinas rojas de aquella alcoba en donde habian pasado su noche de bodas, la cama era grande, tal vez la mas grande que habia visto hasta ese momento, a el seguro le gustaria estar comodo mientras la investia en cada rincon, la sangre se le congelo por un momento, la respiracion se le corto, el pensamiento de correr y no regresar nunca se le paso por la cabeza fugaz como un rayo.

- Que ilusa-pensò - a caso piensas que te ama? a caso piensas
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