- No hablaré con él, es inútil de todas formas- dijo Constanza.
No quería que Francisco la mirara, ni le dirigiera la palabra, ni la conquistara con el amor que tenían en común por la filosofía. Constanza sentía como su corazón la alertaba del riesgo mortal de enamorarse de aquel joven, de ser envuelta por sus palabras, por su música al violín.
- Sabes que él no viene a cazar con nosotros verdad. Tu madre y la señora tomarán el tè cuando lleguemos y él te enseñarà la villa. - Ricardo sonrió, al parecer le divertía la cara un poco enojada pero al mismo tiempo emocionada y un poco avergonzada de su hija. Estaba feliz de verla crecer.
- Pero papà- Pero su voz fue interrumpida por la parada del carruaje en las puertas de hierro de la villa Medici.
- Llegamos- Fue la única palabra que Olimpia dijo en todo el viaje estaba muy cansada, su cuerpo no era el de antes.
La villa era grande aunque no como la de su padre poseía algunos árboles frutales que refrescaban el aire y lo perfu