Me quedé en silencio por unos segundos después de que ella terminó de hablar. La miraba, pero al mismo tiempo sentía que mi mente seguía lejos, tratando de asimilar cada pedazo de esa historia que me fue arrancada durante tantos años.
Yo lo entendía. En el fondo, lo entendía. Pero entender no significaba que no doliera. Mis brazos seguían cruzados, como si fueran mi último escudo entre yo y todo eso que se estaba desmoronando —o reconstruyendo— dentro de mí.
—¿Viviste… todo esto… sola? —pregunté, rompiendo finalmente el silencio, con la voz aún baja. —¿Todos estos años? —Ella asintió, y una tristeza profunda cruzó su rostro.
—Sola, sí… pero nunca vacía —respondió, con una media sonrisa triste. —Te llevé a ti, a Sean, a Cameron… a cada uno de ustedes, todos los días. Incluso cuando me escondía en ciudades donde nadie conocía mi nombre. Incluso cuando tenía que cambiar de apariencia, de casa, de historia. —Caminó hasta el sillón más cercano y se sentó despacio, como si su cuerpo por fin