Los días que siguieron fueron de encuentros y desahogos con mi madre. Sin embargo, mi enfoque estaba en mis hijos y en cómo los quería lejos de ese hospital y bien cerca de mí, en nuestra casa, en la habitación que había preparado para ellos.
En ese momento, estaba sentada en la silla de ruedas, frente a la sala de la UCI Neonatal donde se encontraban, mirándolos a través del gran ventanal de vidrio.
Mi corazón dolía al verlos en esa situación, especialmente a Dylan, pues fue quien más se lastimó en toda esta historia.
Mis ojos se llenaban de lágrimas cada vez que los veía, pero debía tragarme el llanto y recuperarme lo más pronto posible para poder luchar por ellos, por mi familia.
— Imaginé que te encontraría aquí. — Miré por encima del hombro y vi a Ethan, mi médico, acercándose.
— Es el único lugar donde puedo ver a mis hijos. — respondí, y él suspiró.
— Estaba esperando a que Jordan regresara, pero te lo diré antes — al escucharlo, mi corazón se aceleró — La pequeña Jane está muy