Mina de oro

— Ven, vayamos a nadar —Dijo Gabriel quitándose la camisa.

Connie no pudo más que admirar su torso desnudo, tragó saliva al comprender lo que su cuerpo sentía sólo con verlo.

Sonrió mientras lo imitaba quitándose la camiseta y el pantalón del pijama, él se quedó con la boca abierta, ya antes la había visto desnuda, pero esta vez ella llevaba una delicada ropa interior de encaje y la vista era espectacular.

Cuando ambos estuvieron listos para meterse al agua, Gabriel la tomó en sus brazos y la llevó hasta el agua, ella comenzó a jugar con sus brazos y con sus pies provocando estelas de luz, que los rayos de luna reflejaban en el agua.

Jugaron con las olas durante un rato hasta que sus bocas produjeron el primer choque que demostraba el deseo de sus cuerpos que exigían unirse.

Los besos subían cada vez más de intensidad y sus manos comenzaron a explorar el mar de sus cuerpos. El sostén se perdió en el agua, cayeron a la arena presos del deseo, ella gimió cuando la boca de él se apoderó
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