CAPÍTULO 153: EL HIJO DE NADIE
Maddison
La calle parece sacada de una postal: árboles altos en ambas aceras, jardines cuidados, casas de dos pisos con techos de teja y bicicletas infantiles aparcadas junto al porche, pero no hay nada pintoresco en lo que siento. El corazón me golpea el pecho como si quisiera salirse. Derek camina a mi lado en silencio y la mandíbula tensa. El investigador se detiene frente a una verja blanca.
—Es esta —dice, señalando la casa de ladrillos oscuros con una pequeña lámpara encendida en la entrada—. Número 18.
Me cuesta mover las piernas, las manos me tiemblan, pero avanzo. Subimos los tres los escalones hasta el porche. El investigador toca el timbre con delicadeza, como si supiera que no estamos llamando a una puerta, sino al destino entero.
Pasan unos segundos. Después, la puerta se abre con un leve chirrido. Una mujer de cabello gris y mirada firme nos observa desde el umbral. Lleva un suéter de lana, las mangas remangadas. Apenas ve nuestras caras, s