CAPÍTULO 134: LA BOCA CERRADA
Vanessa
Me bajo del auto negro con cristales polarizados como si estuviera entrando a una gala, no a una prisión. Llevo gafas oscuras y un abrigo entallado que me da un aire de poder, uno que necesito sostener hasta con las uñas. El edificio me recibe con su olor a hierro oxidado y desesperanza, pero yo no me inmuto. Estoy acostumbrada a caminar entre ruinas y aun así lucir como si fuera dueña del lugar, porque eso soy, la que manda, la que decide quién vive… y quién se pudre.
Pido hablar con Eleanor. La recepcionista me mira con recelo, como si adivinara que nada bueno puede salir de esa solicitud, pero no me importa. Me identifico, muestro los papeles y sonrío. No con calidez sino con superioridad. Al final, todos ceden ante el dinero… o el miedo.
Me hacen esperar en una sala pequeña, con una mesa de metal en el centro. No hay ventanas, solo una cámara en la esquina que probablemente ya me está grabando. No importa. Sé exactamente cómo moverme, qué deci