CAPÍTULO 133: EL QUIEBRE
Maddison
No he podido dormir. Las horas pasan como si tuvieran púas, hiriéndome de a poco con cada noticia, cada comentario, cada amenaza que llega al celular sin descanso. Cada vez que cierro los ojos, veo titulares, insultos, la cara de Vanessa llorando como una actriz de teatro barato, y la mía distorsionada, acompañada de frases como “la rompe hogares”, “la ladrona arrepentida”, “la mujer que destruyó a una familia”.
El pent-house está en penumbras, y aunque Derek se ha empeñado en crear un refugio seguro para mí, esta noche todo me resulta asfixiante. El aire me arde en los pulmones, las paredes parecen cerrarse, incluso el silencio me pesa en los huesos. Me obligo a dar un sorbo de agua, pero apenas lo hago, algo se revuelve en mi estómago. No logro contenerlo, salgo corriendo al baño y vomito casi sin aliento.
—¡Maddison! —grita Derek desde la sala—. ¿Qué pasa?
No tengo fuerzas para responder enseguida, el cuerpo me tiembla. Me enjuago la boca con torpe