—Señorita, ¿está borracha? —preguntó Bastian con mirada intimidante.
Roseline soltó una carcajada tan fuerte que atrajo la atención de los demás pasajeros de la sala VIP.
—No, hombre —balbuceó—. Solo estoy un poco achispada. —Se rió y dio otro sorbo al vaso grande que tenía en la mano.
Bastian frunció el ceño, sin estar convencido. Antes de que pudiera hablar, Roseline se acercó.
—¿Sabe por qué me acerqué a usted? —No esperó una respuesta—. ¡Porque quería decirle la verdad!
—La verdad sobre su esposa, de la que siempre está tan orgulloso... —Roseline se rió burlonamente.
Bastian se rió secamente. —¿Por qué debería creer a una desconocida borracha, señorita Gevermonthiz?
—¡Porque es usted demasiado estúpido y su esposa lo ha engañado, señor Mendoza!
—¡Su esposa ha estado teniendo una aventura con mi prometido y usted es un perdedor que ha cerrado los ojos ante la verdad! —La voz de Roseline se elevó, ronca por contener las lágrimas.
Bastian miró a su alrededor a las personas que ahora