La mañana siguiente fue la más incómoda que Carmen había vivido jamás. Bastian deambulaba por la habitación en ropa interior, sin darse cuenta de que ella estaba despierta en el sofá.
Carmen mantuvo los ojos cerrados, aunque no había dormido nada. Después de lo que había pasado entre ellos la noche anterior, sentía una enorme culpa hacia Verella. Sin embargo, de alguna manera, también sentía consuelo y el deseo de estar cerca de Bastian, como si lo que habían hecho demostrara que se necesitaban el uno al otro.
Cuando Bastian finalmente fue al baño, Carmen abrió los ojos y dejó escapar un suspiro de alivio. Se sentó en el sofá y se quedó mirando por la ventana la niebla que se extendía.
***
—No te vayas. Necesito ver a Javier —dijo Bastian con frialdad, evitando mirar a Carmen a los ojos.
—Sí, señor Mendoza.
Bastian salió de la habitación y se dirigió directamente a la puerta de Javier. Cuando levantó la mano para llamar, un empleado del hotel lo detuvo.
—Disculpe, señor. ¿A quién busc