Los tres subieron al avión y entraron en la sección de clase ejecutiva. Carmen no podía creer lo que veían sus ojos. Era la primera vez que subía a un avión y volaba en clase ejecutiva. Los asientos eran amplios y privados, nada que ver con los estrechos asientos de clase turista que había visto en las fotos.
Todo a su alrededor parecía lujoso. Los pasajeros iban bien vestidos y eran elegantes. Parecía un sueño. Ni siquiera tuvo que preocuparse por abrocharse el cinturón de seguridad, ya que los auxiliares de vuelo ayudaron a todos con eso. La mayoría de los pasajeros ya llevaban puestos audífonos con cancelación de ruido.
Carmen suspiró feliz.
Javier la miró y sonrió. Parecía una niña en una tienda de dulces. Estaba sentada con las manos cruzadas en el regazo y un brazo apoyado cerca de la ventana. Con la otra mano sostenía una revista que no dejaba de hojear, susurrando para sí misma.
«Esta es mi vida», susurró con una dulce sonrisa.
A Javier le pareció adorable.
Bastian, por su par