Berlín, Alemania
Emilia
A veces pienso que las cosas grandes empiezan con un pequeño movimiento.
Ya sea una llamada, una frase, un paso hacia lo desconocido. En este caso, mi pequeño movimiento comienza esta mañana, con dos maletas viejas y una orden casi indiferente de mi padre para largarme. A su manera cruel y despectiva, Reinhard me ha dado justo lo que necesitaba: espacio. Libertad. O al menos una pizca de ella.
El apartamento lo consigo en cuestión de horas, gracias a su red de influencias. Todo se ha arreglado sin esfuerzo. Fue demasiado fácil, demasiado sospechoso.
No soy ingenua. Sé que me estará vigilando. Sé que cualquier error podría costarme caro.
Así que sonrío. Finjo ser la hija obediente y remilgada. La misma que nunca le dio problemas, la que bajaba la cabeza ante cada humillación.
Subo al coche conducido por uno de sus hombres, llevando solo lo necesario: ropa, algunos libros, mis materiales de arte y poco más. La ciudad pasa borrosa a través de la ventanilla, pero e