Berlín, Alemania
Viktor
La confianza es un arma de doble filo. En las manos equivocadas, puede destruir imperios. En las correctas, puede moldear el destino de alguien sin que siquiera se dé cuenta. La clave no es otorgarla, sino hacer que el otro crea que la tiene.
Y eso es exactamente lo que estoy haciendo con Emilia.
Todo este juego de cordialidad, de pequeños gestos que la descolocan, de demostrarle que no soy el monstruo que imaginó al principio, tiene un propósito. No porque quiera ganarme su confianza por el simple hecho de hacerlo, sino porque necesito que ella confíe en mí más de lo que confía en sí misma.
La segunda parte de mi plan comienza hoy. Darle una probada de libertad y hacerle creer que tiene poder de decisión para ver qué hace con ello.
Por eso la llevo al centro comercial. No porque sea un gesto de buena voluntad, sino porque quiero ver hasta qué punto ha bajado la guardia. Porque quiero que se acostumbre a la idea de que soy su única salida, su única opción.
Desd