El claro se empezó a cubrir con una niebla espesa, los aullidos se escucharon por todos lados, eran gritos de guerra, filosos como colmillos, cargados de muerte. Los lobos enemigos habían cruzado los límites del claro donde los Alfas estábamos reunidos.
El Alfa anfitrión, rugió una orden.
—¡Defiendan el claro! —Al escucharlo todos nos pusimos en movimiento. Mi loba, Lira, rugía dentro de mí, lista para luchar. Marco intentó seguirme, intentó tomarme por el brazo, pero lo detuve con una mirada.
—Tú te quedas —le dije— esto es para los Alfas —la verdad era que no quería arriesgarlo, sabía que él cuidaría a mi hijo si algo me sucedía.
Marco gruñó, sus ojos brillaron con la furia de su lobo, pero asintió. Sabía que no podía desobedecerme, al otro lado del claro, vi a Stefano transformarse, sus ojos azules cambiaron, encendiéndose con una furia que conocía demasiado bien, los alfas nos lanzamos al bosque como si la misma luna nos hubiera dado la orden.
Los enemigos no eran muchos, pero s