Narrador Omnisciente
Mientras tanto, Rosalía, feliz por su triunfo y por haber sacado a Amelie del camino, bebía una copa de vino frente a la gran pantalla de su televisor, en aquella misma sala donde Amelie alguna vez esperaba a Armando después del trabajo. El recuerdo le arrancó una sonrisa irónica. Ahora esa mujer ya no significaba nada; estaba fuera de la familia, fuera de su vida, y —según las últimas noticias— con un futuro deshecho, y muy triste por haber perdido a sus bebés.
El hielo de su copa tintineó cuando dio un trago más largo de lo usual. Se acomodó en el sillón, cruzando las piernas, disfrutando de la quietud de la mansión. No había nada que pudiera perturbarle ese momento, solo el silencio que tanto había deseado… pero que pronto se rompería.
Un portazo retumbó desde la entrada principal. Rosalía giró la cabeza con fastidio, sabiendo perfectamente quién había llegado y en qué estado. Los pasos torpes y el golpe seco de algo cayendo al suelo confirmaron sus sospechas.